martes, 21 de julio de 2009

Vocación, formación y sacerdocio

IDENTIDAD Y MISIÓN SACERDOTAL Y ESPACIO LAICAL
En el contexto del Año Sacerdotal con la perspectiva de Aparecida sobre el sacerdocio

Por: Mons. Andrés Stanovnik
Arzobispo de Corrientes

1. La inauguración de un Año Sacerdotal interpela el servicio del CELAM en dos direcciones principales. Una va en la línea de profundizar la perspectiva de Aparecida sobre el sacerdocio; y la otra, impacta directamente sobre la animación de la misión continental. En realidad, la misión continental es el contexto pastoral providencial para asumir la reflexión y proyectar la vida y la acción de los ministros ordenados. Ellos son los portadores primeros de todo este impulso misionero .
2. Así como la misión continental pretende vitalizar el encuentro con Cristo vivo y animar la vida de santidad de todos los bautizados, para que a través de su testimonio y acción evangelizadora nuestros pueblos tengan vida en él ; así también un año dedicado a los sacerdotes es una ocasión para crecer en la intimidad con Jesús y tiene como fin poner de relieve el valor de la misión y de la santidad de los sacerdotes al servicio de la Iglesia y de la humanidad del tercer milenio .
3. Por cuanto se refiere al espacio laical, que se añade a esta reflexión, en el documento de la Misión se dice que cualquier esfuerzo misionero exige, de manera particular, la participación activa y comprometida de los fieles laicos en todas las etapas del proceso. Esto exige, de parte de los pastores, una mayor apertura de mentalidad para que entiendan y acojan el “ser” y el “hacer” del laico en la Iglesia, quien, por su bautismo y su confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo . Ese entendimiento y acogida es un reto de primera importancia para el identidad y misión del sacerdote, como para el fiel laico, ambos, aunque diferenciados, discípulos y misioneros de Jesucristo.
Aportes de Aparecida a la identidad y misión sacerdotal
4. En el Discurso Inaugural de Aparecida, el Papa dedicó tres párrafos a los sacerdotes. Allí los señaló como los primeros promotores del discipulado y la misión y los primeros agentes de una auténtica renovación cristiana de la vida del Pueblo de Dios . El fundamento de esta primacía está en el llamado que recibieron “para estar con Jesús y ser enviados a predicar” (cf. Mc 3,14). El sacerdote debe ser ante todo un “hombre de Dios” (1Tm 6,11), que conoce a Dios directamente, que tiene una profunda amistad personal con Jesús, no para quedarse allí, sino para comunicarlo a los otros.
5. Cuando se propuso el discipulado como tema para la V Conferencia hubo una sorpresiva confluencia de pareceres. Inmediatamente se percibió que no era posible hablar de discípulo si al mismo tiempo no se lo consideraba también misionero. Por eso, muy pronto se sintió la necesidad de suprimir la conjunción “y”, para no dejar ninguna duda sobre la indisolubilidad del binomio. Así, en el documento de Aparecida se utilizó la expresión “discípulos misioneros” en todos los títulos y la gran mayoría de las veces también en el texto. Esa indisolubilidad cabe también a la fórmula identidad y misión. No podría haber identidad propiamente hablando, si no es una identidad misionera, como no existe verdadero discípulo si éste no es discípulo misionero. El reto de no separar identidad y misión, y el discipulado de la misión, es una tarea de todos los cristianos, pero compromete especialmente a los sacerdotes por el lugar de precedencia que tienen en la comunidad.
6. En esto se juega el gran desafío de integrar ser y hacer, fe y vida, evangelio y cultura. La fragmentación cultural, que desconcierta a todos, trae dificultades para hallar un sentido unitario a la vida y para construirla en fidelidad y coherencia . Esta realidad, en la que está inserto el presbítero, afecta tanto su existencia como su ministerio, es decir, el núcleo mismo de su persona. Está en juego el sujeto en su totalidad. En realidad, la misión se fortalece cuando parte de un sujeto integrado, ya se trate de un sujeto individual o un sujeto colectivo. En otras palabras, la misión parte de la comunión y ésta a su vez se alimenta de la misión.
7. En los comienzos de la preparación de la V Conferencia, cuando se eligió el discipulado misionero como tema eje, se apuntó conscientemente al sujeto, porque se dijo que son tantos los desafíos al inicio del tercer milenio que marcan nuestra vida personal, familiar, pastoral, comunitaria y social, que queremos descender hasta llegar con profundidad al sujeto que les dará respuesta, después de encontrarse con el Señor. “Llegar a la profundidad del sujeto” es alcanzar eso punto a partir de cual se construye su identidad y misión. Para ello, en Aparecida se nos propuso a todos la perspectiva del discipulado misionero, que se origina por el encuentro con Jesucristo.
8. En resumen, la unificación integradora del sujeto parte del discípulo que se encontró con el Señor y es enviado a la misión. La principal tarea del presbítero, discípulo misionero, consistirá en unificar su existencia personal a partir del encuentro con el Señor, como experiencia que configura su misión. Pero para alcanzar esa unificación, es importante considerar qué es aquello distintivo del sacerdote que permite hablar de su identidad y misión.
9. Al respecto, Aparecida recuerda que el Concilio Vaticano II establece el sacerdocio ministerial al servicio del sacerdocio común de los fieles, y cada uno, aunque de manera cualitativamente distinta, participa del único sacerdocio de Cristo. A continuación, no se explicita en qué consiste esa distinción cualitativa. Sin embargo, enseguida advierte que el sacerdote no puede caer en la tentación de considerarse solamente un mero delegado o sólo un representante de la comunidad, sino un don para ella por la unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo cabeza. Esa advertencia es clave para comprender el verdadero don que es el presbítero para la comunidad. Su identidad y su misión no provienen de una delegación de la comunidad y, en consecuencia, su sacerdocio no se limita al mero cumplimiento de una función. La unción del Espíritu y esa especial unión con Cristo configura su ser y su obrar, es decir, integra su persona en una totalidad. Esa especial configuración lo capacita sólo a él para ofrecer el sacrificio, el centro mismo del ministerio sacerdotal, y perdonar los pecados en nombre de Cristo (cf. PO, 2) . En ese sentido, podríamos decir que el sacerdote está llamado a ser a partir de lo que sólo él puede hacer. Lo distintivo que sólo él puede realizar configura también toda su existencia. Por lo tanto, presidir la Eucaristía y administrar el sacramento de la Reconciliación, constituyen los ejercicios principales del sacerdocio ministerial y a partir de allí adquiere sentido todo lo demás: la espiritualidad sacerdotal, la caridad pastoral, la formación inicial permanente con sus cuatro dimensiones.
10. Ahora bien, la exhortación postsinodal Pastores Dabo Vobis, recogiendo la afirmación de los Padres sinodales, afirma que la identidad sacerdotal, como toda identidad cristiana, tiene su fuente en la Santísima Trinidad. Se puede entender así el aspecto esencialmente relacional de la identidad del presbítero. Mediante el sacerdocio, que nace de la profundidad del inefable misterio de Dios, o sea, del amor del Padre, de la gracia de Jesucristo y del don de la unidad del Espíritu Santo, el presbítero está inserto sacramentalmente en la comunión con el Obispo y con los otros presbíteros, para servir al Pueblo de Dios que es la Iglesia y atraer a todos a Cristo . Ésta es la fuente de la que se nutre el presbítero discípulo misionero para madurar los aspectos vitales y afectivos, el celibato y una vida espiritual intensa fundada en la caridad pastoral. A esto se refiere Aparecida en el tercer desafío que se presenta a la identidad y misión del sacerdote .
11. En ese mismo número del documento, y en el contexto de los retos que para el presbítero conlleva para la vida de relación y el ejercicio de su ministerio, se cita una frase de Pastores dabo Vobis que clarifica aún más esa relacionalidad ontológica que lo caracteriza, donde dice que el ministerio sacerdotal que brota del Orden Sagrado tiene una “radical forma comunitaria” y sólo puede ser desarrollado como una “tarea colectiva” . ¿Qué consecuencias se derivan de estas afirmaciones para la vida y ministerio del presbítero discípulo y misionero? Hay un inmenso valor en esa dimensión comunitaria de la vivencia del ministerio sacerdotal. Si el presbítero es esencialmente un hombre en relación, la misión se convierte en un reto vital para la configuración de su identidad. De allí, toda tarea que realiza el presbítero debe tender a la comunión y a la misión, porque fluye de su experiencia de hombre que vive su existencia en comunión misionera.
12. La V Conferencia tuvo desde los inicios una clara y continua orientación hacia la misión. Con frecuencia se oía decir que no tendría sentido convocarla si ese acontecimiento no lograra imprimir un nuevo impulso misionero a la región. Ahora bien, si los primeros promotores del discipulado y la misión son los sacerdotes, a ellos se debe prestar una atención preferencial para que la misión se instale cada vez más como mentalidad y actitud permanente en nuestras comunidades. A esa especial solicitud por los sacerdotes obedeció el hecho de que uno de los primeros seminarios continentales en preparación de la V Conferencia fuera sobre el Presbiterado . En las conclusiones sobre la dimensión misionera del presbítero se dijo entonces que era necesario integrar esa dimensión en los procesos de formación del Pueblo de Dios y de todos los agentes de pastoral, entre los que se destaca en primer lugar a los candidatos al ministerio ordenado. Se dijo también que para consolidar su identidad y misión, el presbítero sabe que sin una intensa y vital relación y comunión con Cristo no es nada, por eso, su vida se llena de sentido cuando vive en un permanente proceso de “configuración con él”. La unificación entre configuración con Cristo y consagración a la misión, aparece como el centro de toda la realidad sacerdotal.
Aportes del “Año Sacerdotal"
13. Este año dedicado especialmente a los sacerdotes, puede ser un acontecimiento providencial para la misión que se está desarrollando en América Latina y El Caribe. A propósito de este año, se destacan al menos dos grandes temas que favorecen el actual momento pastoral de la región. Por una parte, la identidad y misión del presbítero como discípulo y misionero de Jesucristo, que impulsó Aparecida. Y por otra, la importancia decisiva que tiene el ministerio del presbítero, como el primer promotor de la misión continental en su comunidad.
14. En la carta de convocación de un Año Sacerdotal, el Santo Padre Benedicto XVI, dice que con este año desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo. Para esa renovación interior y dirigiéndose directamente a los sacerdotes, el Papa, propone el método pastoral de san Juan María Vianney, que ilumina uno de los retos principales de la existencia del sacerdote: en primer lugar, su total identificación con el propio ministerio. En Jesús, Persona y Misión tienden a coincidir: toda su obra salvífica era y es expresión de su “Yo filial”, que está ante el Padre, desde toda la eternidad, en actitud de amorosa sumisión a su voluntad. De modo análogo y con toda humildad, también el sacerdote debe aspirar a esta identificación . Comunión y misión tienden a coincidir y se potencian recíprocamente, de lo contrario, ambas se desdibujan y terminan debilitándose.
15. Como motivación para esa renovación interior y testimonio evangélico en el mundo, el Papa coloca en el centro la figura de dos sacerdotes de extraordinaria santidad: a san Juan María Vianney y a San Pío de Pietrelcina. Al Cura de Ars, con motivo de cumplirse el sesquicentenario del dies natalis del Santo Patrón de los Párrocos del mundo, que con su ferviente vida de oración y su apasionado amor a Jesús crucificado, alimentó su entrega cotidiana sin reservas a Dios y a la Iglesia. Con su ejemplo –escribe el Papa a los sacerdotes– déjense conquistar por él y serán también ustedes, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz . Y en la homilía de inauguración del Año Sacerdotal, el Santo Padre pide al Señor que inflame el corazón de cada presbítero con la «caridad pastoral» capaz de configurar su «yo» personal al de Jesús sacerdote, para poderlo imitar en la entrega más completa” . En tanto, mientras encomiendo a San Pío de Pietrelcina este acontecimiento, invita a contemplar en él al sacerdote, cuya primera preocupación, su anhelo sacerdotal y paterno, fue siempre que las personas volvieran a Dios, que experimentaran su misericordia y, renovadas interiormente, redescubrieran la belleza y la alegría de ser cristianas, de vivir en comunión con Jesús, de pertenecer a su Iglesia y practicar el Evangelio . Si añadimos a esta motivación el lema que inspira la celebración de este año: “Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote”, podemos advertir una fuerte motivación a recrear la vocación a la santidad del presbítero, que consiste en una intimidad más profunda con Jesús y una renovada disposición a dar la vida “hasta el extremo”.
16. El Cardenal Humes, prefecto de la Congregación para el Clero, anunció en su Carta a los Sacerdotes que el año dedicado a ellos es una ocasión para un período de intensa profundización de la identidad sacerdotal, de la teología sobre el sacerdocio católico y del sentido extraordinario de la vocación y de la misión de los sacerdotes en la Iglesia y la sociedad. En esa carta, el Cardenal prefecto propone, ante todo, que sea un año positivo y propositivo, en el que la Iglesia reconoce con gratitud el trabajo pastoral y el testimonio de vida de sus sacerdotes y se muestra orgullosa de ellos. A continuación, enumera una serie de iniciativas para profundizar y vivir intensamente este período, como por ejemplo: encuentros de estudio, jornadas de reflexión, ejercicios espirituales específicos, conferencias y semanas teológicas en nuestras facultades eclesiásticas, además de estudios científicos y sus respectivas publicaciones. La carta abunda en otras propuestas que conviene tener en cuenta para nuestra planificación . Podríamos agregar también un oportuno rescate y relectura de sacerdotes latinoamericanos y caribeños que se destacaron por la santidad de su vida.
Sacerdocio y espacio laical
17. En el Discurso Inaugural de Aparecida, además de dedicarles un espacio a los sacerdotes, el Papa se dirigió explícitamente a los laicos y les recordó que deben sentirse corresponsables en la edificación de la sociedad según los criterios del Evangelio, con entusiasmo y audacia, en comunión con sus pastores. Hace poco más de un mes, el Obispo de Roma, dirigiéndose a la asamblea de su diócesis, dijo que la corresponsabilidad de los laicos debe promoverse aun dentro de la Iglesia, mejorando los planes pastorales para que, respetando las vocaciones y las funciones de los consagrados y de los laicos, se promueva gradualmente la corresponsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios. Esto exige un cambio de mentalidad –aseveró el Papa– en particular por lo que respecta a los laicos, pasando de considerarlos «colaboradores» del clero a reconocerlos realmente como «corresponsables» del ser y actuar de la Iglesia, favoreciendo la consolidación de un laicado maduro y comprometido . Es tarea de ese clero y, en particular, de los sacerdotes, ser los primeros promotores del discipulado y la misión y los primeros agentes de una auténtica renovación cristiana de la vida del Pueblo de Dios.
18. Aparecida, al referirse a los “nuevos areópagos y centros de decisión” y proponer acciones, favorece en primer la formación de un laicado capaz de actuar como verdadero sujeto eclesial y competente interlocutor entre la Iglesia y la sociedad, y la sociedad y la Iglesia. Enseguida sugiere rescatar el papel del sacerdote como formador de opinión . Ese rescate del laicado como sujeto eclesial es una tarea propia del presbítero, llamado también él a convertirse en verdadero sujeto eclesial, con su identidad y misión propias, convencido de que su ministerio tiene una radical forma comunitaria y que, como tal, debe generar necesariamente espacios de participación y corresponsabilidad para todos los miembros del Pueblo de Dios. La Iglesia del Continente deberá fortalecer y buscar nuevos itinerarios pastorales a fin de hacer real la participación de todos sus fieles, desde las diversas responsabilidades vocacionales y talentos recibidos.
19. Recientemente, en la Carta de convocación del Año Sacerdotal, Benedicto XVI, en vista de una vida espiritual más elevada, vuelve a destacar la necesidad de que los sacerdotes perciban “la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente”. A este propósito vale la indicación del Decreto Presbyterorum ordinis: “Examinando los espíritus para ver si son de Dios, [los presbíteros] han de descubrir mediante el sentido de la fe los múltiples carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos, reconocerlos con alegría y fomentarlos con empeño”. Dichos dones, que llevan a muchos a una vida espiritual más elevada, pueden hacer bien no sólo a los fieles laicos sino también a los ministros mismos.
20. La conversión de los pastores nos lleva también a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación, “proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades” . A esto debemos agregar la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos y nuevas Comunidades han contribuido positivamente” y que llevan a muchos a una vida espiritual más elevada y pueden hacer mucho bien también a los sacerdotes. Para ello se requiere conversión pastoral, actitud de apertura, de diálogo y disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas .
21. En los aportes de las Conferencias Episcopales a la preparación de Aparecida se habó mucho sobre la necesidad de dar mayor participación a los laicos y a las laicas, en la planificación de las acciones pastorales, particularmente en los ámbitos de decisión, y no sólo en la ejecución de las mismas (cf. ChL, 51) . Entre las conclusiones se dice que “esto exige poner en práctica un cambio de mentalidad, ya pedido en la Conferencia de Santo Domingo (cf. SD, 96), pero cuya asimilación y puesta en práctica aún se muestra muy insuficiente . Esta observación de las conferencias coincide con lo que había dicho el Papa recientemente a la asamblea de la diócesis de Roma.
En consecuencia y como síntesis, podemos decir que:
a) La referencia a Cristo es la clave absolutamente necesaria para la comprensión de las realidades sacerdotales. La identificación con el ministerio conduce a una configuración más plena y única con Jesús Buen Pastor.
b) En el llamado que hace Jesús a sus discípulos hay una precedencia del “estar con él” para poder “ser enviado”. La relación directa de “estar con Jesucristo” configura la identidad del sacerdote identificado con su ministerio, para “ser enviado por él”. Por ello, los binomios correlativos: identidad misionera; discípulo misionero; comunión misionera…, son un don del encuentro con Cristo y sólo maduran en la amistad con él.
c) El Año Sacerdotal es un tiempo providencial para colaborar en la renovación espiritual de la identidad y misión del sacerdote, a fin de que confluyan cada vez más en él su configuración con Cristo y su identificación con el ministerio.
d) Esa renovación espiritual deberá llevar a la conversión pastoral y a un cambio de mentalidad ante todo del sacerdote, como primer portador del impulso misionero.
e) Expresión pastoral de esa renovación y conversión espiritual, será la corresponsabilidad de los fieles laicos y pastores en la preparación y seguimiento de la misión continental.

Corrientes, 20 de julio de 2009

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